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Foto del escritoracueval83

Crítico literario



Paso las noches en este

supuesto

lugar sagrado,

donde ascienden los bardos

para mostrar su voz,

y yo, un mero guardián

de este portal solemne,

decido quién entra

y quién se queda fuera.

 

Muchos llegan con su antifaz

de seres resquebrajados,

de constructores de metáforas

que ya han encontrado

su ritmo,

de estrofas con purpurina

y desahogos instintivos.

 

"¿Tienes musa?”

(Es la pregunta trampa).

A casi todos, los envío de vuelta.

En este Parnaso mío,

sólo ingresan los artesanos

(aquellos que me contestan:

“la mejor musa es el encargo”).

 

Oh, cómo desfilan ante mí,

aquellos que creen

que el ripio ambiguo

es suficiente llave para cruzar.

No saben que aquí

(donde imaginan

que beldades apolíneas bailan),

el anatema es la rima forzada.

 

Algunos, insolentes, me increpan:

"¿Quién eres tú para juzgar

el arte y la poesía?"

Aquí soy el cancerbero, les digo.

El último filtro

entre la indiferencia

y el prestigio.

 

Y mientras espero,

apoyo mi peso

en este parapeto invulnerable

de paciencia.

Hay quienes veo llegar

cansados,

con ojeras de quien ha leído,

una y otra vez,

las mismas líneas hasta sangrar,

pero con los ojos brillantes

de fuego;

persiguiendo obsesivos

la alquimia del barro en oro.

Esos, sí. Esos pasan.

 

Permanezco,

noche tras noche,

año a año,

separando el trigo de la paja

(lo primero produce cereal

y lo segundo, excremento).

 

¿Y por qué me dedico a esto?

(No es la mejor forma

de ganar amigos.)

Porque vivo deseoso

del verso lacerante,

ese microscopio

delator

que en mi penumbra

se atreve a hablar

de lo que callo.

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