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Diatriba contra los viejos

  • Foto del escritor: acueval83
    acueval83
  • 9 may 2024
  • 1 Min. de lectura


Quedan doblegados por el vértigo

de la velocidad cuando

les llega la vejez inexorable.

A medida que se acerca

su fin, su miseria y sufrimiento

se dilatan.

Rondan errantes

arrojados de un pasado

repleto de efemérides difusas,

comportándose como ángeles

corrompidos,

condenados al desperdicio;

culpables en secreto

por no haber ejercido el derecho

a una existencia más digna.

Y ahí es cuando la frustración

aparece: nunca serán sabios.

Nunca se atreven a decir:

“No he sido más que esto”.

Por eso, intentan ocultarlo.

Recitan autobiografías

grabadas a gritos

en retazos de lienzo

donde repiten relatos

con trazo grueso y

descalificación genérica

(vulgares historias de tripas

y lágrimas desde las trincheras).

Degustan su devenir

falaz y épico como sustento

ante el destino inaceptable.

Viven empequeñecidos

por el vicio de la previsión

pero ebrios de astucia

siempre que resulta necesaria.

Miserables y deformes,

subsisten atrapados

en el odio constante hacia lo vivo

(empezando por ellos mismos).

La martirizada topografía

de sus cuerpos

acarrea espíritus destrozados

con los resortes de la voluntad

ya rotos. A todo temen,

de todo recelan:

tristes y mansos,

obedecen abandonados

a la rutina;

como esclavos

del miedo profesado

hacia crueles caudillos.

Les dicen Amén,

lamiendo la bota que los patea,

los justifican ofendiendo

la natural transparencia

del aire en lodazal de

gruñidos deshonestos.

Y de este modo,

vuelven la intransigencia

ejemplo, camino y razón eterna;

ante el cambio absurdo

e indigerible

para ellos y para quienes

ya, poco a poco,

vamos engrosando las filas

de tan derrotada tropa infame.

 
 
 

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