La herencia perdida
- acueval83
- 8 abr 2024
- 1 Min. de lectura

En una sosegada avenida,
capto con la mirada a mis semejantes
mas bajo la cabeza, enfurecido,
ya que no alcanzo a ver hermosos retratos
sino inconfesables espejos
que me sorprenden desprevenido.
Son recuerdos de la verdad,
son reproches a mí mismo,
son tormentosas sombras reacias al olvido.
Disturbios, vergüenzas y espantos
en arcanas sendas del infierno,
enturbian mi orgullo de rey desposeído.
Ya no te admiro pues mis ojos se nublan
ante el reflejo insufrible de mi propio fulgor.
Ya no escucho a nadie pues mis oídos se tapan
por la estridente reverberación
de mi graznido.
Ya no os huelo pues mi olfato
se embota
de mi propio humor.
Dioses y demonios salen a mi paso,
mi astucia conspira;
fabrica elucubraciones
sobre falsarios, pillos y heroísmos:
erijo mi incompetencia en artificio.
Intento, en vano, demoler
los muros de mi prisión;
no obstante, aquí me quedaré,
elegíaco por adicción,
sumido en narcóticos pesares.
Lo más profundo e incomprendido de nuestro ser, un poema muy hermoso. Gracias.
¿Se puede ser adicto a la melancolía? ¿Se puede encontrar una zona de confort en la infelicidad? La herencia perdida es un poema contra la autoayuda y la autosuperación, muy lejano al coaching y los cursos de liderazgo, mindfulness y sabiduría emocional.
Ni juego de forma ni belleza de juegos estéticos, ni auto contemplación sino autenticidad.