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Foto del escritoracueval83

Tertulia de sobremesa



Tengo encima de mi mesa

los evangelios,

el manifiesto comunista,

un televisor

y una cerveza.

Pareciera que Jesús y Marx

conversan conmigo

codo con codo.

 

Oye, Marx...

mira estas ofertas.

No solo me dominan,

es que también me seducen.

"Debes romper tus cadenas",

me responde con amargura.

 

¡Pero si las forjaron de plástico,

las llenaron de azúcar, y yo

(con sumo gusto) las consumo!

 

A ver, Nazareno...

¿Tú me azotarías porque cambié 

el templo por un centro comercial,

y la cruz por un logo?

 

"No se puede servir a dos señores",

me increpa Él.

 

No conozco a mi señor,

solo creo que me rendí

como cualquier otro

a la promesa fácil,

al placer instantáneo

y a la dulzura y acidez

que se disuelven.

 

Y yo les pregunto a ambos:

¿A dónde se fue la revolución?

¿Cuándo se apagó la fe?

 

Jesús guarda silencio.

Marx enciende un cigarro.

 

(Revolución y fe,

tal vez, cayeron

en burdas manos.

Seguramente,

alguien las compró

con oro sucio

cuando los estandartes

se volvieron harapos

y los héroes,

simples tiranos con dudas).

 

Pienso en Jesús

(sólo encuentro 

la resignación

de amar sin justicia).

 

Considero los postulados

de Marx

(sólo siento 

el martillo frío

de la justicia sin amor).

 

Los tres observamos la pantalla 

(el cuerpo de una desconocida 

grita imágenes de piel y deseo,

después ella nos vende

el porvenir en cuotas).

 

No quiero decepcionar

a mis contertulios.

No quiero mostrar esto

(la libido es mi brújula,

lo delicioso guía mis pasos,

no me importa si es fatal

mi idolatría

al banquete de la existencia).

 

Y Jesús, Marx y yo

seguimos debatiendo

mientras rebosa

la espuma de mi cerveza

(más venerada que el pan).

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