Van Helsing
- acueval83
- 8 feb 2024
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 4 abr 2024

Esbirro de Cristo, vendrás
a este territorio no tan lejano
para morar en tinieblas
con tus más secretas pesadillas.
Obsesionado con cazar criaturas del aire
que no beben agua
sino sangre de la tierra,
aquí te convertirás
en el más dichoso de los licántropos.
Tu proclama enérgica de santo,
la rutina atroz del asesinato…
¿acaso no son más
que vacilaciones de neófito asustado?
Vendrás para destruir
a la vergüenza de la especie,
al símbolo de una humanidad exhausta.
Provocarás un gesto de compasión
y arrancarás una leve sonrisa
a ese improductivo príncipe
cuya nobleza obliga
a salir con sus novias fieles
todas las noches;
bellas durmientes de día
que viven sin ilusiones.
Un brillo de colmillos
corroe tu privilegio de no distinguir
entre sueño y vigilia.
Tu fuerza persuasiva se debilita,
sospechosa de tu dogma insuficiente.
Se apodera de ti
la distinción de la pereza,
una liberación de supercherías y engaños,
un cambio íntimo:
una enfermedad sin duda incurable.
Mas como en toda mala película,
acabarás venciendo
ya que la sencillez razonable
nunca podrá medirse
con tus rezos majaderos.
Este poema puede enseñarnos mucho sobre la complejidad de la condición humana y la lucha interna entre nuestros aspectos racionales y salvajes. También nos hace reflexionar sobre la naturaleza de la moralidad y la dualidad del bien y el mal dentro de nosotros.