Villeta
- acueval83
- 28 abr 2024
- 1 Min. de lectura

La conocí en el parque de este
municipio soporífero,
pequeño y andino
donde el sol es flama viva
que hierve horizontes
encendidos de espuma verde
preñados de mariposas
y tarántulas.
Se oyen murmullos
contrarios al raciocinio,
resuenan marimbas y bambucos.
Ella es una de esas muchachas
antropófagas
acostumbradas a besar
tras el crepúsculo.
Siempre logra cercarme danzando
entre el caos y el estrépito
con burbujas de gaseosa.
Los dos jugamos a oprimirnos
con los brazos y a apiñarnos los
apéndices. Aunque
podía haber sido otra
de su misma especie, es
ella quien me ha confinado
en esta extraña región de la que,
a veces, creo
que ya nunca volveré.
Porque resulta casi imposible
abandonar el olor a
panela fermentada en su cuello,
porque no es fácil renunciar
a un susurro que circula
continuo y manso por mi oído,
porque desde entonces
vaga errante mi conciencia por
sus piernas prisionera
como serpiente extraviada
incapaz de salir de
las ramas de un árbol.
Quizás algún día, ascenderé
a los cielos para otear
una campiña serena,
donde la arquitectura y sus gentes
confluyan en la armonía
de sus formas cabales.
Mas cuando me libere
y ya esté lejos…
¿volverán mis fantasías a
estos parajes?
el poema es una exploración lírica de la atracción, la inmersión en un entorno sensorialmente abrumador, y la complejidad de los sentimientos humanos frente a la influencia de una presencia encantadora y casi mítica.
Nos parece que es bonito sentir que el lugar del que habla le recuerda o le hace sentir las emociones tal como lo es estar junto a una persona que es demasiado importante en su vida, tanto así que cuando piensa en no volver, prefiere olvidarse de eso y volver a sentir lo que es estar allí.
Existe un trópico cercano, una región de Cundinamarca antes del Magdalena. Algo sentimos los de "tierra fría" cuando bajamos a esa "tierra caliente" y nos hace enloquecer. Presento esta semana la feraz Villeta y lo que suscita desde mi perspectiva tan lejana y cantábrica.