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En la encrucijada de caminos

insondables

te encontraré. Allí donde

el ágora socrática

interrumpe la burda familiaridad

de mesones y tabernas;

allí donde se entreteje

el cálculo algebraico con

la vorágine interior,

allí donde se leen

mayormente

telegramas y plegarias;

en esa plaza pueblerina

de mi horda global,

olvidaré mi pudor y mi silencio.

Derribaré los muros

del íntimo secreto

que no concibo sin proclamas:

mi rabia, mi hambre,

mis urgencias instintivas

y demás turbulencias abrumadas

por el saqueo irresistible de mi escondrijo.

Mantendré mis ojos, boca y oídos

incrustados en

este espejo mágico, en esta bola de cristal;

trasunto de pinturas rupestres,

menhires y esfinges,

aun a sabiendas de su precariedad

como alfombra voladora.

Y también me expondré a tu amor, a tu odio,

a tu peligro… mas ¿podré algún día abrazarte, olerte,

sintetizarme contigo y florecer?

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